¿Cómo será, me pregunto, no sentir incesantemente que uno debería ocupar varios espacios al mismo tiempo? No pensar, mientras se tumba uno con un libro, que se debería estar haciendo otra cosa. Asumir, como hacen los hombres, la importancia del tiempo que dedicamos al propio enriquecimiento. Las mujeres tenazmente sentimos que le estamos robando tiempo a alguien. Que quizás en ese preciso instante se nos requiere y no se cuenta con nosotras. Precisamos todo un entrenamiento para no borrarnos, minimizarnos, constantemente. ¡Ah! ¡Mujeres, compañeras mías! ¿Cuándo nos convenceremos de que fue sabio el gesto de extenderle a Adán la manzana?